1- Obatalá, Orula y Shangó.
Nace Orula y Obatalá lo coge, y sin decir nada se lo lleva lejos de allí pero Elegba lo sigue. Obatalá llega a un lugar donde había una mata de Ceiba abre un hoyo y entierra a Orula hasta la cintura, con los brazos por debajo de la Tierra, Elegba ve todo esto y se lo cuenta a Llembe. Esta llorando, lo manda todos los días con comida para Orula. Pero desde el momento que Obatalá enterró a Orula, todo se le olvida. Al poco tiempo, nace Shangó. Era un niño muy bonito y hermoso, Obatalá lo coge en sus manos y se compadece de él y no quiere hacerle daño. Entonces piensa que Dadá su hija mayor podía cuidárselo ya que vivía separado de él y así no viendo a Shangó, él no podía hacerle daño, porque el se había quedado encantado con Shangó.
Pasando cuatro años un día Dadá quiso que Shangó viera a su papá y su mamá y lo vistió con un traje muy limpio se puso muy contento, pero Llembo estaba muy triste porque se acordaba de Orula. Shangó estaba vestido de colorado. Obatalá se lo sentó en las piernas y Shangó le preguntó porque su mamá lloraba. Yo te lo diré con calma hijo mío. Diciéndole a Dadá yo quiero que todos los días me lo traigas. Y Dadá así lo hizo. De ahí nace el canto de Shangó que dice: “achei guoguo Shangó moque guaguo orufiña beguaguo”, lo que significa: “siendo chiquito Shangó, Obatalá le contaba su vida”.
Pues bien, Dadà traía todos los días a Shangó donde estaba Obatalá y este sentándole en las piernas le contaba día por día lo que Oggún le había hecho, Así fue creciendo Shangó con odio y rencor hacia Oggún. Ya hecho un hombre Shangó tenía muy mal genio y siempre estaba peleando, pero no tenía armas y se fue a casa de su padrino Osain y este le dio un güirito y le dijo: cuélgalo en un rincón de la casa y todos los días por la mañana, antes de salir, te haces una cruz en la legua. Shangó hizo lo que le mandaron (y es por eso que cuando Ud. saluda a cahango y el le contesta, por su boca le salen llamas de candela. Es por lo que todos decimos, cuando truena (ELOECO OSI OSAIN) porque la llama es el relámpago y el trueno es la voz de Shangó, que cuando grita todo tiembla, eso es “GUOTITO NI SORO ILLA”, así como grita es de grande.
Pasado un gran tiempo, la situación se puso muy mala, y como Obatalá estaba muy desmemoriado, no acertaba con nada aliviar la situación de todos, pero Llembo no le decía nada. Shangó viendo el apuro de Obatalá y queriendo salvar a Orula (su hermano) de aquella prisión involuntaria estando Obatalá, Elegba, Llembo y Shangó en la casa. Obatalá hablaba y comentaba la situación.
Elegba y Shangó se querían mucho y se comprendían de lo mejor. Elegba le hizo una seña a Shangó para que tratara el asunto con Obatalá (porque ya ellos habían hablado de eso.) ya Orula lo sabía también. Entonces Shangó aprovechó la ocasión y le dijo: papá yo siempre te he hecho caso y te he dado buena pauta. Cada vez que te he dicho algo tu has salido a delante. Obatalá le dijo: hijo eso es verdad. Shangó le dijo: antes de yo nacer, tú habías jurado no tener hijo varones y nació Orula y tú lo enterraste. Obatalá le dijo: que tiene que ver eso y Shangó le dijo: espera. Después nací yo y aquí me tienes ante tu presencia y tu saber, que Olofi te oye todo, como todos los varones tuyo son iguales ante él no tienen nada de particular que Orula sea hijo de nuestra madre también (porque Obatalá le había dicho, que su mamá es (ODEMASA), que quieres decir: la madre de la candela, así que Shangó nunca mencionaba a Llembo, Obatalá le respondió, que Orula ya estaba en manos de Olofin.
Pero Elegba le respondió: papá, puede ser que no. Entonces Obatalá salió para donde había enterrado a Orula, pero como no se acordaba del camino. Elegba le iba saliendo por el camino vestido de varias maneras y se lo fue indicando, hasta que llegó al lugar, encontrándose a Orula, sacándolo del lugar, pero como Orula no sabía trabajar Shangó se subió al árbol y arrancando una tabla le hizo un tablero y le dijo: con esto tu trabajarás y serás adivino. Haciendo Orula su primer registro, que fue a su propio padre rindiéndole MAFORIBALE y resolviendo la situación con lo que le había mandado a hacer. Cuando Obatalá hizo lo que Orula le había indicado, su memoria estaba por completo restablecida, entonces quiso que Shangó reconociera a su madre y de allí para que la tuviese presente, le vistió de blanco y puso, (hasta hoy en día, se viste Shangó) para que de esta manera se acuerde del pacto de él con su mamá, esto es: su collar blanco y puso.
Llembo se vestía de blanco en un Yemayá en el camino de Obatalá toda su vestimenta son de color blanco.
2- Los obstáculos de Obatalá.
Obatalá, la madre de Shangó, hacía mucho tiempo que no veía a su hijo, a quien extrañaba y por quien sentía un verdadero cariño.
Antes de emprender el viaje para verlo, Orula le aconsejó que se hiciera una limpieza en el cuerpo con chirebatá y le dijo que en el camino encontraría tres obstáculos; pero que no se desanimara, que si hacía las cosas como él le había mandado no tendría problemas.
Obatalá se puso en marcha después de hacer lo que le recomendara Orula y al poco rato de estar caminando, se encontró con Elegba que estaba disfrazado de vendedor de epó. Elegba hizo como si se cayera, y Obatalá acudióen su ayuda con tan mala suerte que se ensuciaron sus ropas blancas con el epó, razón por la cual tuvo que regresar a su casa para vestirse de limpio.
De nuevo en camino hacia la casa de Shangó, Obatalá se vuelve a encontrar con Elegba, quien esta vez disfrazado de niño, se para en una tabla encima de un fanguisal y hace como si tuviera miedo de caerse; Obatalá trató de ayudar al niño, pero cuando se para sobre la tabla resbala, se caen los dos y ruedan por el fango.
Vestida de nuevo con ropas limpias, Obatalá llega por fin a las tierras donde Shangó es rey; pero cuando va atravesando el campo, ve el caballo de su hijo enredado en una maleza y corre en su ayuda, pensando en la alegría que recibiría al recuperar el animal. En ese momento llegaron los soldados y la tomaron prisionera, pues el caballo se había perdido y ellos supusieron que Obatalá, a quien no conocían, lo había robado.
Enterado el Alafin de que una persona extranjera había tratado de robar su caballo, mandó que la trajeran a su presencia y cuando vio a su madre venir esposada entre los soldados, le hizo moforibale y le pidió perdón. Luego le regaló grandes riquezas y mandó que le construyeran un palacio.
3- Historia de Obatalá. (La avaricia).
Obatalá ordenó a tres esclavos suyos llamados Aruma, Addina-Addima y Achama, que fueran a cortar guano (mariwo), para hacerse una casa. Addina-Addina tuvo la preocupación de hacerse ebbo, antes de internarse en el monte, pero Orula le pidió, para verificarlo, el machete que llevaba (que no era suyo, sino de Obatalá). Cuando se reunió con Aruma y Achama y estos lo vieron sin el machete se rieron de él, le dijeron que cortase el guano con los dientes y le dejaran solo.
Addina-Addima, dispuesto a no cortar las pencas con los dientes, pero si a arrancarlas con las manos, entró en el monte, buscando las palmeras más bajas. Una ceiba llamó enseguida su atención, allí había un bulto raro que colgaba atado al tronco, Addima-Addima, ayudándose de un palo logró desprenderlo haciéndolo caer. Halló dentro una gran cantidad de plumas de loro. El hallazgo era de una importancia incalculable. (Obatalá en secreto buscaba con gran afán plumas de loro), estas escaseaban desde hacía mucho tiempo y nada podía tener tanto precio a los pies del Orisha , Moderador y Rey del género humano, como aquellas plumas que a la sazón necesitaba urgentemente.
Addima-Addima sabía tejer, tejió inmediatamente de guano cestas y en ellas guardó las plumas codiciadas. No había acabado de amarrar aquel precioso cesto, cuando vio cerca de la ceiba, una AYANAKU (elefante) muerto. Le arrancó los dos colmillos blancos magníficos y los ató con las plumas.
Achama y Aruma, llegaron mucho antes que Addima-Addima al ilé de Obatalá y el Orishanla preguntó por Addima-Addima. Ellos le respondieron: No sabemos, él nos siguió y luego se fue y nos dijo que él le había entregado a Orula su machete; ¿mi machete, el machete que le di para que me sirviése? Tronó Obatalá y llamó a Oggún y le dijo: En cuanto llegue Addima-Addima, que ha perdido mi machete, córtale la cabeza y bébete la sangre de él: ¨Oggún Unle Olé Adá Pkuta¨. Oggún afiló su machete y se sentó a esperar a Addima-Addima. Cuando éste llegó lo primero que vio Obatalá fueron las plumas de loro y los espléndidos enjijin (colmillos) que traía el muchacho muy ufano y Obatalá haciéndole un gesto a Oggún (que iba a ponerse de pie para cumplir su orden) le ordenó que esperara. Addima-Addima, colocó ante Obatalá las plumas y los marfiles. Obatalá lo mandó a buscar un chivo y se lo entregó a Oggún y le dijo: toma este chivo córtale la cabeza y bébete la sangre y márchate.
En su alegría Obatalá bendijo a Addima-Addima, que había visto lo que él necesitaba. Le cubrió de riquezas y por Ifogué Igó (ciegos y estúpidos), castigó a Aruma y Achama.
4- Obatalá parte la diferencia.
Dos amigos se fueron de pesca y tras largas horas sólo obtuvieron un pez. Como ya se marchaban, comenzaron a discutir para ver a quién le correspondía, uno alegaba que era suyo, pues él había traído la vara y el anzuelo. El otro se sentía con el mismo derecho pues le pertenecía la carnada y el éxito de la captura. En medio de esta trifulca apareció un tercero que reclamaba el pescado argumentando ser el dueño de aquel lugar.
Tanto fue el alboroto que Obatalá, a quien habían interrumpido en su siesta, decidió poner orden y administrar justicia. Se dirigió a los hombres y les dijo:
–Todos tienen razón, pues en realidad cada uno aportó algo imprescindible, por lo que a cada cual le corresponde su parte. Para el dueño de la vara y el anzuelo será la cabeza. Al que puso la carnada y lo pescó, le toca el centro. Y a ti por ser el dueño de la tierra, la cola.
Así se partió la diferencia.
5- Obatalá y la sal.
En el palacio de Obatalá tuvo lugar un banquete muy grande. El orisha había reservado para sí el último plato de comida que quedaba, pues prefirió que los demás comieran y disfrutaran a sus anchas antes de hacerlo él.
Cuando ya Obatalá se disponía a comer, se presentó Babalú Ayé el cual, por sus dificultades para caminar, no pudo llegar a tiempo. Obatalá le cedió gustoso la comida que quedaba y Babalú se sintió muy satisfecho.
Ya todos se habían marchado, cuando Obatalá le pidió a uno de sus cocineros que le preparara amalá con mucha cascarilla de huevo, pues estaba hambriento.
El sirviente fue presto a cocinar lo que se le había indicado, pero para su sorpresa descubrió que se había acabado la sal.
–Perdone, Babá –dijo humildemente el hombre–, pero con tanto invitado que hemos tenido hoy, se ha acabado la sal.
–Está bien –repuso el orisha–, prepara mi comida sin sal.
Un rato más tarde, se sentó a la mesa y la comida le resultó tan agradable que dispuso que en lo sucesivo todos sus alimentos se cocinaran sin sal.
6- Obatalá fugitivo.
En medio de una gran guerra, Obatalá se refugió en un pueblo donde fue cercado por sus enemigos. No tenía escapatoria posible y a cada momento crecía su desasosiego y desesperación. Pero en aquel pueblo vivía Elegba, el que viéndolo en tan difícil situación convino en ayudarlo.
Elegba fue diciéndole a todos que cerraran sus puertas y ventanas a las doce del día, pues un fenómeno sobrenatural ocurriría. Así, la noticia llegó hasta los enemigos de Obatalá, los que, por si acaso, decidieron también esconderse a la hora que había dicho Elegba.
Este vistió a Obatalá con un mosquitero y a las doce del día le dijo que saliera a la calle tocando su agogó. De esta manera, Obatalá pudo escapar ileso de tan difícil situación.
7- El tesoro de Obatalá.
Los orishas celebraron una reunión y acordaron buscar comida cada cual por su lado para luego compartirla con los demás.
Elegba que, como siempre, fue el primero en salir, se encontró un chivo y lo mató, pero como pensó que la carne se echaría a perder antes de que él pudiera llegar donde estaban los otros, se lo comió.
Oggún encontró babosas y pensó que a Obatalá le gustaban mucho; luego lo pensó mejor, ya que las babosas eran pequeñas y no tenía tantas, se las engulló.
Shangó encontró un gallo y con la esperanza de encontrar otro, se lo fue comiendo por el camino.
Así cada cual se comió lo que encontró, menos Obatalá, que no había encontrado nada y estaba muy disgustado, hasta que buscando por una maleza se cayó en un pozo donde encontró un gran tesoro.
Cuando volvieron al punto de partida, Obatalá regresó con su tesoro. Al encontrarlos a todos satisfechos y con la barriga llena, les dijo que no le daría nada a nadie, pues “el que no cumple lo acordado, no puede reclamar nada”. Los demás orishas se sintieron ofendidos, pero ellos eran los culpables.