Orishanlá tenía prohibido el vino de palma, mientras que su esposa Afin tenía prohibida la sal. Orisha koi mu emo, Afin koi je iyo. El embarazo de Afin no alivio del todo la tensión que existía entre la pareja. La mujer se volvió aun más belicosa a medida que su embarazo avanzaba con los meses. Nueve meses después, nació un varón. Poco después del parto, Orishanla se dio cuenta de que no había comida en la casa para alimentar a la madre. Rápidamente partió hacia la granja para recolectar ñames, quimbombó y vegetales.

Orishanlá se demoró un poco en regresar de la granja, lo cual enfureció a su esposa. Ella comenzó a quejarse de que su esposo la había dejado pasar hambre, el mismo día en que había dado a luz y señaló que aquello era una confirmación de que él no sentía amor por ella. Ella pensó que era hora de concluir el matrimonio y poner fin a la vida del esposo.

Para hacerlo, utilizó vino de palma. Ella sabía que él tenía prohibido esa bebida. Así que cogió un poco de vino y lo echó en la olla del agua de tomar de su esposo. Tan pronto hizo esto, dejó al niño de un día de nacido en la cama y salió a visitar a sus vecinos.

Mientras tanto, Orishanlá había regresado de la granja y procedió a preparar comida para su esposa. Mientras el ñame se cocinaba, se dirigió al cuarto a sacar agua con su vasija habitual, una concha de caracol, de la olla de agua envenenada.

Cuando estaba a punto de beber el agua, su hijo que estaba en la cama le dijo: «Padre, no beba de esa agua porque mi madre le echó vino de palma». Aunque sorprendido por el hecho de que un niño de un día de nacido pudiera hablar, hizo caso a la advertencia. Orishanlá terminó la comida pero en un gesto de represalia, le echo sal a la sopa sabiendo de esta era veneno para su esposa.

Luego de guardar la comida, se fue de la casa para jugar una partida de ayo con sus amigos. Entre tanto su esposa regresó y se dirigió al sitio donde estaba su comida. Cuando iba a comer, el hijo habló de nuevo para decirle a ella: «Madre, no coma de esa comida porque mi padre le echó sal a la sopa». Casi inmediatamente de haber escuchado al niño, ella se puso histérica y le gritó a los vecinos que vinieran a salvarla de un esposo, que estaba tratando de matarla por haberle dado un hijo. Sus gritos atrajeron a espectadores de las casas vecinas.

Poco después, se convoco a una reunión de las divinidades en la casa de Orishanlá. Este recibió la citación en el lugar donde se encontraba jugando ayo y se mantuvo calmado en todo momento. Oggún presidió el encuentro porque Orishanlá, el presidente tradicional, se encontraba en el banquillo de los acusados en esa oportunidad.

Oggún invitó a Afin a que dijera lo que había sucedido y ella narró cómo su esposo había echado sal a su comida, lo cual le estaba prohibido. Interrogada sobre cómo ella supo que Orishanlá había echado sal a la sopa, ella explico que su hijo de un día de nacido se lo había dicho. Las divinidades pensaron que estaba loca porque nadie podía imaginarse cómo un niño tan pequeño podía hablarle a su madre.

Luego Orishanlá tuvo su oportunidad para defenderse de las acusaciones y contrario a lo esperado, confirmó que efectivamente, él había echado sal a la sopa de su esposa. Explicó que lo había hecho para castigar una acción similar de ella en su contra, ejecutada con anterioridad ese mismo día. Acusó a su esposa de haberle echado vino de palma al agua de beber, cuando todos incluida ella, sabían que esto le estaba prohibido. Preguntado sobre cómo tenía conocimiento de la alegada acción de su esposa, él también explicó que había sido su recién nacido hijo quien le había advertido, que no bebiera de esa agua, porque su madre le había echado vino de palma.

Todos los ojos se volvieron entonces hacia el niño a quien ya se le consideraba una criatura misteriosa. Sin haberle preguntado de manera especifica, este brindó los elementos que faltaban al acertijo al decir: «Eji mogbe mi ogbe enikon», o lo que es lo mismo: «he venido a la tierra para salvar la vida de mis progenitores» y esta es la razón por la que le había dado, a ambos, el aviso que les evitó una mutua destrucción.

Consecuentemente, no constituyó una sorpresa el que siete días más tarde, al dársele un nombre, sus padres decidieron llamarle «Ejiogbe» o doble salvación.