Obbatalá Orishanlá se encargó de la tarea que le confiara Olofin y comenzó a moldear en barro los cuerpos de los seres humanos, a los cuales el Supremo Creador les infundiría el soplo de la vida; pero no conforme con lo que sucedía se dijo: « ¿Por qué yo no puedo completar mi obra?»
Así se le ocurrió que podría espiar a Olofin para saber qué debía hacer para que aquellos cuerpos inertes cobraran vida. Aquella noche Obbatalá Orishanlá en vez de irse a dormir, se escondió en un rincón de su taller en espera de que llegara el Creador.
Olofin, que todo lo ve, supo enseguida de la estratagema que había urdido Obbatalá Orishanlá y le envió un sueño tan profundo que no se enteró absolutamente de nada.
A la siguiente mañana, cuando Obbatalá Orishanlá despertó, se encontró que todos los hombres tenían vida y comprendió que no debía averiguar lo que no era de su competencia.